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martes, 22 de junio de 2021

Las formas de los orbitales

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Las órbitas de Bohr se transformaron al ser interpretadas por la ecuación de Schrödinger en entidades tridimencionales, y al ser tridimencionales ya no las podemos llamar órbitas, pero por tradición las denominaremos orbitales. Las formas de los orbitales generadas por la ecuación de Schrödinger no se las considera en la actualidad como entidades reales, sino más bien una entelequia matemáticamente útil, aunque cabe preguntarse si con el tiempo no pasará lo mismo que sucedió con la constante de Planck y lleguen a representar cierta realidad al interior de la materia.

En 1926 un nuevo modelo atómico y de estructura molecular emergió, siendo desarrollado independientemente y casi de manera simultánea por tres hombres: Erwin Schrödinger, Werner Heisenberg y Paul Dirac. Esta teoría fue denominada mecánica ondulatoria por Schrödinger y mecánica cuántica por Heisenberg, y se ha convertido en la base de la cual se deriva el conocimiento moderno sobre los enlaces químicos y las moléculas.

La formulación dada por Schrödinger es la forma en que es más utilizada por los químicos de la teoría de la mecánica cuántica. En la publicación de Schrödinger la noción de los electrones es descrita en términos de una función de onda que toma en cuenta la naturaleza ondulatoria del electrón demostrada experimentalmente mediante el experimento de la doble rendija. La ecuación de Schrödinger tiene muchas formas, pero aquí solo presentamos la forma tridimensional para una sola partícula independiente del tiempo.

La función de onda se denota con la letra griega mayúscula psi ψ, y cada función de onda corresponde a un diferente estado de energía de un electrón. Cada estado es un subnivel donde pueden estar uno o dos electrones como MAXIMO. La función de onda es útil para calcular dos propiedades importantes a nivel químico, (a) la energía asociada al estado del electrón y (b) la probabilidad relativa de un electrón residiendo en un espacio particular en el subnivel.

Durante un corto periodo de tiempo subsecuente a la propuesta de Schrödinger en 1926, la interpretación precisa de la función de onda del electrón eludió a los primeros practicantes de la mecánica cuántica. Fue Max Born, unos meses después que estableció que el cuadrado de psi (ψ)2, podía tener una interpretación física real. De acuerdo con Born, (ψ)2 para una posición determinada (x, y, z) expresa la probabilidad de encontrar un electrón en una posición particular del espacio. Si (ψ)2 es grande en una unidad de volumen espacial, la probabilidad de encontrar al electrón en ese volumen es grande. En otras palabras, si la respuesta a la ecuación estuviera dada en términos gráficos de DENSIDAD, las zonas más densas serán aquellas con un valor de (ψ)2 muy alto, mientras que las zonas de muy baja densidad serán aquellas con un (ψ)2  muy bajo. Las respuestas a la ecuación de Schrödinger para los diferentes niveles de energía generan las imágenes de los famosos orbitales atómicos.

Como ya se dijo antes, las soluciones para la ecuación de Schrödinger se dan en el espacio, por lo que la gráfica de la respuesta tiende a visualizarse como volúmenes de densidad con “formas características”. Aunque según las ecuaciones, estos “volúmenes de probabilidad y densidad” no tienen límite, pues se extienden hasta el infinito, generalmente se tiende a emplear respuestas con superficies delimitadas, que encierran la probabilidad de encontrar a un electrón en cualquier momento con una probabilidad entre el 95 y el 99%.

Figura 28.  Formas fundamentales de los primeros orbitales s,p,d,f. Formas básicas de los orbitales de energías más bajas, de arriba hacia abajo orbital: 1s (rojo), 2p (amarillo), 3d (azul) y 4f (verde). Decimos fundamentales, porque un orbital 3p vibrará  más que uno 2p y por ende, la onda tendrá una forma mas compleja.

El problema principal a la hora de presentar las respuestas de la ecuación de Schrödinger para la forma tridimensional del volumen donde es más probable de encontrar a un electrón alrededor del núcleo -concepto que resumiremos simplemente con la expresión orbital atómico en analogía al concepto en desuso de orbita atómica – es que cada estado cuántico determinada por cada uno de los números cuánticos tiene una respuesta completamente diferente.

Uno de los principales problemas con los orbitales es sin duda que los libros de texto introducen las formas básicas solo para el orbital 1s, 2p, 3d y 4f, sin hacer énfasis que los mismos subniveles pero con mayor energía generaran patrones de onda más complejos, aunque no puedan notarse fácilmente si se ilustra al orbital con una frontera sólida sin analizar su estructura interna. En otras palabras, no todos los orbitales s tienen la misma forma, aunque se parezcan por fuera, y lo mismo ocurre con los demás orbitales.

Por ejemplo, la respuesta más simple de todas 1s, poseerá una forma diferente de sus análogos de mayor nivel 2s, 3s, 4s, 5s, 6s y 7s, aunque externamente se verán iguales, es decir, como esferas, los mínimos de onda y los otros máximos estarán dentro de la capa externa. El orbital 1 s tendrá un máximo de onda y dos mínimos, uno hacia adentro que evita que el electrón ser acerque al núcleo, evitando el problema del átomo de Rutherford y otro hacia afuera que marca la frontera de la esfera. Sin embargo, los orbitales de mayor nivel tendrán diferencias internas, al ser ondas estacionarias las de mayor energía tendrán máximos y mínimos que quedan encerrados por el gran máximo que forma la superficie de los orbitales s de nivel mayor a 1. Es semejante a cuando se tiene una cuerda vibrando, a más energía, más compleja es la onda.

Los orbitales S tienen un límite externo que les hace dar la apariencia de una esfera, por lo que es fácil caer en la idea de que todos tienen la misma forma y solo se diferencian por su tamaño o volumen, siendo 1s el más pequeño y 7s el más voluminoso. Sin embargo, eso tiene una trampa, pues al aumentar la energía de cualquier onda estacionaria se va a generar nodos, pintos donde la amplitud de la onda es mínima y puntos donde la amplitud es máxima. Para los orbitales eso implica puntos donde la probabilidad de encontrar al electrón es mínima y puntos donde la probabilidad de

Figura 29.  Subniveles s interpretados como ondas estacionarias. Orbitales s, de los niveles 1, 2 y 3, los cuales, aunque externamente se ven esféricos, presentan ondulaciones internas, es básicamente una onda esférica que vibra hacia dentro de sí misma.

encontrar al electrón es máxima, el problema es que los nodos de los orbitales s se encuentran al interior de su frontera externa, por lo que para apreciarlos es necesario abrir el orbital como si fuera un coco. De esta forma el orbital 1s no tiene nodos internos, mientras que el orbital 2s tiene un nodo, el orbital 3s posee dos nodos y así sucesivamente.

Los orbitales p son tres, cada uno alineado con un eje de coordenadas, de allí obtienen nombres sencillos (x, y, z), sin embargo al igual que lo que sucede con los orbitales p, es que en los libros de texto solo se introducen los orbitales 2p sin hacer la aclaración de que los orbitales 3p, 4p, 5p son diferentes, al igual que sucede con los orbitales anteriores al aumentar la energía, la cantidad de lóbulos y nodos aumenta, haciendo que la onda estacionaria aumente su complejidad a medida que se aumenta su energía.

Figura 30.  Orbitales P. Al igual que los armónicos de la guitarra, los armónicos de una onda estacionaria son más complejos a mayor energía.

Los orbitales d son cinco, la mayoría no están orientados exactamente en los ejes de coordenadas por lo que presentan nombres complejos.

Figura 31.  Armónicos de los orbitales d.

Existen otras series superiores, pero al igual que sucede con los orbitales de 6f o 7f en la actualidad no existe átomo lo bastante pesado como para atraer a los electrones excitados a tan altos niveles de energía.

Figura 32.  Armónicos de los orbitales f.

El modelo atómico moderno

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El modelo mecánico cuántico ondulatorio es el epítome de todos los modelos atómicos, y representa la forma moderna con la que los científicos “visualizan” al átomo, sin embargo, existe un problema fundamental en la visualización de dicho átomo. Aun cuando a partir de la ecuación tridimensional de Schrödinger pueden aproximarse las formas de los diferentes orbitales y que cualquiera pensaría que la forma del átomo se desprendería de la simple superposición de las formas de dichos orbitales, tal como hacemos con las órbitas en modelos anteriores, los físicos y los químicos modernos aún se encuentran debatiendo sobre la realidad física de los orbitales.

Figura 23.   Príncipe Louis-Victor Pierre Raymond de Broglie (1892-1987) séptimo duque de Broglie, y par de Francia. Fue un físico francés conocido a veces en castellano como Luis de Broglie. Pertenecía a una de las familias más distinguidas de la nobleza francesa, y era el séptimo duque de Broglie, originario del Piamonte. El apellido original italiano, Broglia, fue adaptado al francés en 1654, por el fundador de la Casa de Broglie. Sus antepasados habían destacado en la política, la diplomacia o el ejército. Cursó estudios de física teórica en la Sorbona, así como de historia de Eslovenia, pues pensaba utilizarlos en su carrera diplomática. A los dieciocho años, después de terminar un trabajo de investigación histórica, se decidió a estudiar física, doctorándose en 1924. Fue profesor de física teórica en la Universidad de París (1928), en el Instituto Henri Poincaré, hasta 1962. Miembro de la Academia de Ciencias (1933) y de la Academia Francesa (1943), secretario permanente de la Academia de Ciencias (1942) y consejero de la Comisión de Energía Atómica Francesa (1945). Fue galardonado en 1929 con el Premio Nobel de Física, por su descubrimiento de la naturaleza ondulatoria del electrón, conocida como hipótesis de Broglie. También recibió la Legión de Honor, en 1961 fue nombrado Caballero de la Gran Cruz de la Legión de Honor. Louis-Victor de Broglie sugirió un laboratorio multinacional, un sugerencia que llevado a Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN). De Broglie considera como un cofundador de CERN.

De cierta forma nos pasa como a Planck con su hipótesis cuántica, el solo hecho de que las matemáticas funcionen, no implica que la entidad matemática represente alguna estructura real, por lo que las formas para los orbitales simplemente son la respuesta matemática de una ecuación, lo que nos lleva nuevamente al punto de partida, en la actualidad el átomo se visualiza como un conjunto de ecuaciones matemáticas frías que no tienen interés en generar un modelo visual del átomo que sea fácilmente digerible por la cultura popular. Sin embargo, a medio camino de la formulación de este modelo se generó lo que tal vez sea el último modelo dibujable gracias a la hipótesis de de Broglie.

 Por otro lado, el modelo del átomo moderno no puede ser adjudicado a un solo autor en concreto como si lo hemos hecho en modelos anteriores, tal vez la figura más prominente sea Erwin Schrödinger y algunas veces lo referenciemos simplemente como el modelo de Schrödinger, pero a este modelo sirvieron las investigaciones de muchos autores, y tal vez la imagen más representativa sea la foto de la quinta conferencia de Solvay.

En 1924 el estudiante de doctorado Louis-Victor-Pierre-Raymond, séptimo duque de Broglie propuso en su tesis de doctorado que el comportamiento dual de la luz también podía ser aplicado a los electrones. Esta sugerencia era altamente especulativa debido a que ningún experimento se había encontrado con tal fenómeno aún. ¿Que lo llevó a esta idea tan extraña? Fue como un relámpago que vino de la nada.

Después de la primera guerra mundial de Broglie pasó mucho tiempo pensando a cerca de la naturaleza dual de la luz expuesta de forma matemática por parte de Planck, Einstein y Bohr. Entonces simplemente se le ocurrió la idea de girar el problema y aplicar el mismo dualismo a los electrones. Ayunque esas son de hecho las palabras de de Broglie evidentemente no lo sacaba del sobrero, la relación entre electrones y cuantos de luz había sido demostrado empírica y matemáticamente años antes gracias al trabajo de Einstein y colaboradores a cerca del efecto fotoelectrico de los metales. Dado que el universo visible consiste en materia y ondas electromagnéticas, de Broglie afirmó que los electrones podían comportarse como ondas, en búsqueda de una teoría de gran simetría del todo. De hecho, la hipótesis de de Broglie era por mucho más general, y establecía que toda partícula acelerada poseía una función de onda asociada.

Estas fórmulas matemáticas sentaron la base de la mecánica de ondas, es decir una rama de la física que estudia las partículas como si se tratara de ondas. Las ideas de de Broglie eran sugestivas, pero encontraron problemas rápidamente. En cualquier caso, las ideas de de Broglie creaban dos conclusiones, la primera era que el modelo atómico de Bohr Sommerfeld debía representar al electrón con una naturaleza ondulatoria y la segunda era que experimentalmente los electrones debían manifestar la propiedad de las ondas de luz conocida como difracción al someterse a un experimento de doble rendija donde pudiera observarse un patrón de interferencias.

Aunque de vida corta, este modelo del átomo representaba como ondas que se extendían estacionariamente alrededor de la órbita de un átomo de Bohr-Sommerfeld, la analogía más cercana era la de tener una órbita hecha de un anillo metálico que se golpeaba con un martillo, lo cual provocaba una vibración a lo largo de todo el anillo. En el caso del modelo atómico el anillo era el propio electrón que ondulaba formando la órbita. Aunque rara, esta imagen del átomo puede encontrarse en algunas fuentes didácticas como en el capítulo de Cosmos, una aventura de tiempo y espacio “Las Hermanas del Sol” (Hanich et al., 2014). El único problema es que la onda-electrón se seguía representando de forma plana.

Figura 24.   Modelo atómico de Broglie-Bohr-Sommerfeld En este caso la órbita no es un carril imaginario, sino la distribución de un electrón, pero este electrón no se modela como un proyectil, sino como una onda estacionaria que se extiende por toda la órbita.

Este es tal vez el modelo atómico más cercano a la interpretación moderna, que puede ser captada por alguien adaptado únicamente a los átomos de Rutherford, ya que después de que los matemáticos se apoderaran del átomo, este se convertiría en un conjunto de ecuaciones frías con pocas intenciones de representar entidades reales, cuestión que molestaría a de Broglie hasta la médula.

Luis de Broglie se encontró rápidamente con un problema fundamental de su hipótesis de doctorado justo durante su defensa de tesis ante uno de sus evaluadores Jean Perrin, el problema radicaba en la posibilidad de medir la naturaleza ondulatoria de los electrones. El comportamiento ondulatorio de la materia no se observa fácilmente, en el mundo macroscópico la materia se comporta como una onda o como una partícula, pero no existen intermedios, un proyectil al viajar sigue siendo un proyectil, no se transforma súbitamente en un rayo de plomo. Entonces, si de Broglie tenía razón, ¿porque no se había observado la onda asociada de cualquier partícula acelerada?

Para responder esta pregunta hay que tener en cuenta que la naturaleza ondulatoria de la luz también había sido pasada por alto hasta el desarrollo de un modelo experimental de doble rendija de un tamaño suficiente para concordar con las cortas longitudes de onda de la luz visible. Si las dos rendijas del experimento de doble rendija son muy grandes y se encuentran demasiado alejadas unas de otras en comparación con la longitud de la onda que se pretende difractar no se va a observar nada interesante.

Para que la difracción pueda observarse, el tamaño de la doble rendija debe ser del mismo o menor orden de magnitud que la longitud de onda, y para la luz estamos hablando del orden de los cientos de nanómetros. En consecuencia, el experimento de la doble rendija para la luz requería cristales, dado que las ondas electrónicas vibran en longitudes de rayos x se requería aún mejores tecnologías que apenas estaban surgiendo en otro continente mientras de Broglie planteaba sus ideas.

En una nota breve de agosto de 1925 Walter Elsasser de forma independiente a de Broglie propuso que la naturaleza ondulatoria de los electrones podría detectarse si se los hacia pasar a baja velocidad por medio de una tecnología de cristales actuando como la doble rendija. Debemos recordar que en esta época las publicaciones de las revistas especializadas eran algo un poco más lento y de círculos cerrados, las revistas eran publicadas por miembros de los mismos círculos universitarios y debían transmitirse casi de que boca en boca a medida que los científicos viajaban o entablaban correspondencia con otros científicos durante las convenciones.

El asunto quedaría saldado hasta 1927 cuando Davisson y Germer se encontraban estudiando la reflexión de electrones desde un objetivo de níquel en los laboratorios de industrias Bell “que prestaban el servicio de telefonía en USA”.  Davisson y Germer no tenían idea de que los electrones pudieran comportarse como ondas debido a que no tuvieron contacto con Elsasser o con de Broglie, aunque sí que se encontraron de frente con dicho fenómeno.

Después de calentar el objetivo de níquel para remover la capa de óxido que se había acumulado por accidente después de que se rompiera su sistema de vacío, encontraron una dispersión de electrones que mostraba máximos y mínimos, es decir una difracción electrónica. La superficie de su objetivo de níquel se había enfriado y en el proceso había generado cristales relativamente grandes. Reconociendo la importancia de este afortunado hallazgo, prepararon un objetivo compuesto de un único cristal y estudiaron la difracción electrónica generada por el.

No tocaremos las cuestiones matemáticas del asunto, sin embargo, si hay que recalcar que los descubrimientos experimentales del experimento de Davisson y Germer demostraron dos cosas, la primera era que la idea esencial de de Broglié era correcta, y segundo que las ecuaciones de de Broglie también lo eran, así los cálculos que había hecho de Broglie anteriormente ajustaron casi perfectamente con los datos experimentales.

De esta manera se llegó a una conclusión experimental y teórica con profundas implicaciones para los modelos del átomo, cuando una partícula con masa real se mueve a velocidades cercanas a la de la luz manifestará su onda asociada o sus propiedades ondulatorias. Tan solo tres años más tarde se demostraría que partículas con mayor masa como los núcleos de helio manifiestan también propiedades ondulatorias. Sin embargo, tan pronto la hipótesis de de Broglie fue aceptada, ahora quedaba el problema de describir al electrón, con sus cuatro estados cuánticos en términos ya no de partículas, sino de ondas estacionarias alrededor del núcleo.

Bueno, si el electrón se describe como una onda estacionaria, entonces, ¿qué deberíamos saber de las ondas estacionarias?

Una vez solucionado el cuestionamiento de si los electrones se comportan como ondas, quedaba el problema de reinterpretar el modelo del átomo de Bohr-Sommerfeld a una nueva escala, una escala no bidimensional, pero las matemáticas involucradas se le escapaban a personajes como de Broglie. Dado que el objeto del presente curso es meramente introductorio y descriptivo dejaremos la mayoría de las fórmulas de lado y nos enfocaremos lo más posible en los conceptos y el desarrollo histórico.

Ya sabemos que los electrones se comportan como ondas, la cuestión es ¿Qué tipo de ondas?, hasta este punto hemos visto de tipo viajero, tales como las ondas mecánicas del sonido o las del agua, u ondas electromagnéticas como la luz, todas ellas comparten el hecho de que se generan en un punto y se desplazan indefinidamente hasta que se dispersan totalmente y se vuelven imperceptibles debido al efecto Doppler.

Sin embargo, existen otros tipos de onda, las ondas que no se desplazan, a estas ondas las denominamos estacionarias, como las ondas de la cuerda de una guitarra, las cuales tienen puntas fijas. Las ondas estacionarias son la clave del asunto ya que el modelo del átomo de hidrógeno con la interpretación de de Broglie implica que el electrón se dispersa ondulatoriamente en lo que sería su “órbita”.

Figura 25.  Ondas de materia. Las vibraciones de una onda estacionaria genera lóbulos o máximos y nodos o mínimos dependiendo de la energía asociada y su armonicidad, a mayor energía más lóbulos.

Las ondas estacionarias también exhiben otros tipos de comportamiento familiar como lo podemos apreciar en la imagen lateral. A medida que incrementamos la energía el patrón ondulatorio cambia de forma cuantizadas desde n= 1 hasta un tope máximo que depende de la energía aplicada. Adicionalmente las ondas estacionarias nos muestran otra característica que será importante posteriormente, y es la presencia de máximos de onda que llamaremos lóbulos y mínimos de onda que llamaremos nodos.

El éxito de las relaciones de de Broglie en predecir el comportamiento de los electrones sometidos a un experimento de doble rendija, y la realización de que las ondas estacionarias generan un comportamiento cuantizados, impulsó el desarrollo de una teoría ondulatoria para los electrones que fuera análoga a la teoría ondulatoria de la luz. Lamentablemente la habilidad matemática para lograrlo se le escapó a de Broglie, y en consecuencia nuestra historia salta a dos autores diferentes, Erwin Schrödinger y Werner Heisenberg.

Los primeros años de la carrera de Schrödinger se basaron en familiarizarse con las ideas de la mecánica cuántica que ya llevaban casi 15 años circulando en las comunidades científicas gracias al trabajo de los cuánticos de primera generación como Planck, Einstein, Bohr y Sommerfeld y muchos otros. Este conocimiento le permitió desarrollar su trabajo en algunos problemas de física teórica, aunque el físico austriaco aún no estaba preparado para alejarse de los métodos tradicionales de la física clásica.

Sus primeros trabajos importantes fueron publicados pocos años después de finalizada la primera guerra mundial. Durante estos años se dedicó a afianzar su carrera profesional y adquirir una plaza en la prestigiosa universidad de Zurich. En 1921 Schrödinger terminó su primer artículo sobre la teoría atómica y los fenómenos cuánticos, específicamente un marco de referencia a la interacciones de los electrones en el modelo atómico de Bohr-Sommerfeld así como algunos aspectos del comportamiento de los espectros de los metales alcalinos.

Figura 26.   Erwin Rudolf Josef Alexander Schrödinger (1887–1961) fue un físico y filósofo austríaco, naturalizado irlandés, que realizó importantes contribuciones en los campos de la mecánica cuántica y la termodinámica. Recibió el Premio Nobel de Física en 1933 por haber desarrollado la ecuación de Schrödinger, compartido con Paul Dirac. Tras mantener una larga correspondencia con Albert Einstein propuso el experimento mental del gato de Schrödinger que mostraba las paradojas e interrogantes a los que abocaba la física cuántica.

De particular importancia para él fue la introducción de las ideas relativistas en la teoría cuántica. En 1922 analizó lo que hasta entonces se describirá como orbitas clásicas elípticas bidimensionales desde un punto de vista geométrico, usando métodos desarrollados por el matemático Herman Weyl y desde entonces el átomo dejaría de ser una entidad plana. Este trabajo que mostraba como las “órbitas cuánticas” se encontraban asociadas a ciertas propiedades geométricas fue un paso importante en la predicción del comportamiento de la mecánica de las ondas estacionarias de los electrones alrededor del núcleo.

Hacia finales de 1926 Schrödinger publicó una serie de artículos prestigiosos entre los cuales se encontraba la formulación de la actualmente famosa ecuación de la onda, que lleva su nombre, la ecuación de Schrödinger (Schrödinger, 1926c, 1926b, 1926a). Algunos meses antes Werner Heisenberg había publicado una teoría aparentemente diferente para explicar los mismos fenómenos cuánticos del átomo. Eventualmente Schrödinger demostró que ambas teorías eran equivalentes, en el sentido de que ambas podían derivarse mutuamente a partir de su contraparte. Esta demostración puede parecer extraña a nosotros ya que las habilidades matemáticas para resolver incluso el más simple de estos problemas son enormes. Este detalle resalta un detalle que se menciona en el documental el universo mecánico y más allá (Blinn & Goodstein, 1985), para poder describir el átomo con precisión los físicos debieron sacrificar en el altar de la ciencia la posibilidad de poseer una imagen intuitiva del átomo. A partir de aquí el dibujar un átomo se haría innecesario e imposible, los átomos de aquí en adelante se convertirían en una colección de ecuaciones matemáticas con pocas intenciones de generar una imagen análoga a alguna entidad real.

Por esa razón hacemos ejercicios de lápiz y papel para dibujar el átomo de Bohr, pero no para dibujar el de Schrödinger. En cualquier caso, de las dos teorías del átomo cuántico ondulatorio la más sencilla de entender, si es que podemos usar esa expresión, es la del propio Schrödinger, por eso es la más empleada, aunque del trabajo de Heisenberg se resaltan algunos conceptos importantes como el principio de incertidumbre.

En 1925 Schrödinger publicó su primer artículo “cuantización del problema del eigenvalor” en la cual se presenta su célebre ecuación. Este artículo es importante ya que muestra la solución cuántica completa para el átomo de hidrógeno, nuevamente el mismo elemento por el cual tuvo que iniciar debido a su simplicidad. Este artículo ha sido universalmente celebrado como uno de los logros más importantes de la mente humana en el siglo XX, creando una revolución en áreas como la física y la química aplicadas. Un segundo artículo fue publicado solo cuatro semanas después para resolver el problema del oscilador armónico cuántico, el rotor rígido y la molécula diatómica de hidrógeno, esta última lograría la primera descripción cuántica del enlace covalente. El tercer artículo demostró la equivalencia con la propuesta de Heisenberg. El último artículo ajustaba la complejidad matemática de la física cuántica de modo que las ecuaciones tuvieran órdenes de magnitud manejables (Schrödinger, 1926a, 1926b, 1926c). Estos artículos fueron el más grande logro de Erwin Schrödinger y la razón por la cual es recordado como uno de los más grandes físicos del siglo XX a la altura de Albert Einstein.

Poco después los problemas comenzaron, al igual que Planck el hecho de que las matemáticas cuadraran creaba conclusiones que el mismo Schrödinger no podía aceptar totalmente, una de estas conclusiones se resume en la archiconocida paradoja del gato cuántico en la caja o el gato de Schrödinger.

En la sección anterior mencionamos que Schrödinger logró resolver completamente el problema del hidrógeno atómico y del hidrógeno molecular, pero no mencionamos al resto de la tabla periódica, ¿será acaso que el tan prestigiado modelo mecánico cuántico solo logra explicar al hidrógeno? Y de ser así ¿de dónde salen las soluciones para la ecuación de onda que genera algunas interpretaciones famosas de los números cuánticos?

 Para todos los átomos excepto el hidrógeno, la ecuación de Schrödinger no puede resolverse con exactitud. A pesar de esto, es en el reino de la física de los átomos donde la ecuación de Schrödinger tiene su mayor éxito, debido a que la interacción electromagnética de los electrones entre unos y otros y con el núcleo atómico puede entenderse con facilidad.

De hecho, la ecuación aun cuando no da resultados exactos si puede arrojar resultados aproximados o probables empleando métodos de aproximación, o en nuestro caso con el acceso a poderosas herramientas informáticas, a simulaciones computarizadas para problemas cada vez más complejos. La precisión de las respuestas aproximadas para fenómenos experimentales es suficiente como para convertir a la ecuación de Schrödinger en una herramienta supremamente útil para poder describir a la realidad en términos matemáticos, lo cual es en ultimas el objetivo de las ciencias de la naturaleza desde los tiempos de Robert Boyle.

Evidentemente Schrödinger no tenía acceso a supercomputadoras, ni siquiera a una calculadora de panadero como llamamos en la actualidad a los más elementales de estos aparatos, pero los métodos de aproximación si eran accesibles, y de hecho la solución para el problema del hidrógeno le dio la clave a Schrödinger para poder formularlos, de lo contrario su teoría hubiera sido limitada tal como le paso al átomo de Bohr.

El modelo cuántico de Bohr es una imagen del átomo como un núcleo con electrones orbitando a su alrededor, el electrón al ser un proyectil posee cosas como cantidad de movimiento, dirección, velocidad y ubuicación, en el papel sería posible averiguar todo a cerca de este electrón clásico. Pero cuando un electrón es una onda que se encuentra disperso en toda la órbita la situación es complicada, la onda existe en toda la órbita al mismo tiempo, con mayor intensidad en sus máximos y menor en sus mínimos, pero no tiene una ubicación clara o una velocidad, ni mucho menos una dirección. Esto es una consecuencia del principio de incertidumbre, otra de las propiedades de las partículas de tamaño atómico que, como las ondas, no tienen analogía en el mundo macroscópico de pelotas y canicas.

Un año después de la hipótesis de de Broglie, Werner Heisenberg postuló el principio de incertidumbre.  El principio de incertidumbre establece que es imposible determinar simultáneamente la posición y la velocidad de un electrón, ya que como onda un electrón no poseería una posición definida en el espacio, y una dirección tampoco ya que las ondas estacionarias son precisamente eso, estacionarias. Lo mejor que se puede hacer para intentar encontrar un electrón alrededor de un núcleo es determinar su probabilidad de posicionamiento, es decir, la probabilidad de que en cierto espacio se encuentre el electrón la mayor cantidad del tiempo, y con encontrar no nos referimos a que la partícula electrónica esté allí realmente, sino a la posibilidad de aislar al electrón al colapsar su función de onda por medio de alguna intervención en su sistema.

De esta manera, tan el modelo ondulatorio de de Broglie como el principio de incertidumbre de Heisenberg terminaron por sepultar los intentos de describir “trayectorias” de los electrones a través del núcleo, “tal y como el modelo de Bohr lo había estado describiendo hasta entonces". En palabras que cualquier aficionado a los modelos planetarios del átomo pueda entender, no hay órbitas que sigan los electrones, ni siquiera podemos decir que los electrones se muevan alrededor del volumen, estos bien pueden cuantizarse de un lugar a otro todo el tiempo y lo único que podemos hacer es aproximar una respuesta, y debido a que la cuantización es aleatoria hay que emplear estadística.

La pregunta que surgía era ¿si no son órbitas, que es lo que Bohr y otros habían estado modelando y refiriendo como el número cuántico principal (n), el número azimutal (l), el número magnético (ml) y el número de rotasión (ms)?

Hemos llegado al punto en que debemos abandonar definitivamente el modelo mecánico que describe a los electrones girando alrededor del núcleo como si se tratara de un sistema solar. Los electrones se describen como ondas, y cuando se particulizan, lo hacen en posiciones cuyo espacio se describe, no como una trayectoria, si no como una posición fija en un volumen probable tridimensional, volumen que será descrito por la forma tridimensional de la ecuación de Schrödinger.

Figura 27.   Max Born (1882–1970) fue un matemático y físico alemán. Obtuvo el Premio Nobel de Física en 1954 por sus trabajos en mecánica cuántica y compartió este galardón con el físico alemán Walter Bothe. Posiblemente, la contribución más conocida a la física cuántica sea su interpretación probabilística de la función de Onda de Schrödinger. Según la misma, el cuadrado de la amplitud de dicha función es igual a la densidad de probabilidad del estado. Por ejemplo, en el caso de una función de onda que describa la posición de un electrón, el cuadrado de la amplitud será igual a la probabilidad de encontrar a dicho electrón en una posición determinada.

A diferencia de los demás modelos atómicos, el modelo moderno posee una imagen muy variable y que deriva exclusivamente de la resolución de la ecuación de Schrödinger para los tres primeros números cuánticos, la solución es tridimensional, es decir con forma de volúmenes, o como dirían mis estudiantes una fiesta de globos, que veremos en la siguiente sección.

El modelo atómico de Sommerfeld

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El modelo atómico de Bohr de 1913 funcionó adecuadamente para el hidrógeno y otros elementos monoelectrónicos en estado de plasma, pero extenderlo para elementos polielectrónicos demostró ser más complicado. De hecho, todo el modelo matemático de Bohr se basaba en asumir la existencia de un único electrón que se movía entre las diferentes órbitas o niveles de energía, además el modelo de Bohr no se involucraba con otra cuestión que un buen modelo del átomo debía hacer, explicar la organización periódica de los elementos. Finalmente, en los años subsecuentes, los electrones demostraron otro tipo de comportamientos cuánticos que fueron bautizados como los números cuánticos. El asunto era que el modelo de Bohr ajustaba tan bien al menos para el hidrógeno, que era eso o nada

Figura 18.   Arnold Johannes Wilhelm Sommerfeld (1868-1951) Fue un físico alemán que introdujo la constante de la estructura fina en 1919. Además de sus aportaciones como científico en los campos de la física atómica y de la física cuántica, es destacable su labor como docente, siendo director de tesis doctorales de numerosos futuros ganadores del premio Nobel tanto en física como en química.

 Posteriormente Arnold Johannes Wilhelm Sommerfield 1868-1951 se encargaría de realizar el primer intento de expandir el modelo de Bohr a los demás elementos en 1916, en el camino descubriría otros dos números cuánticos a parte del nivel principal que hemos representado como una órbita simple hasta este momento, lo cual alteraría la visión del átomo que se tenía hasta el momento. Del átomo de Sommerfeld queda poco ya que los libros de texto no se molestan en introducirlo, aunque es una lástima ya que el trabajo de Sommerfeld es un eslabón perdido en la didáctica del átomo ya que era su modelo el que estaba vigente cuando irrumpe la nueva teoría cuántica en 1926, además de ser el marco conceptual sobre el que se propusieron los números cuánticos azimutal, magnético y de rotación.

Usando los métodos de la espectrometría de cristales desarrollada por Bragg y Bragg, Moseley midió las longitudes de onda características del espectro de rayos X para 40 elementos diferentes, aunque en la siguiente figura solo mostraremos el resultado para el tungsteno.

Moseley notó que la línea del espectro variaba de forma regular de un elemento a otro, a diferencia de las variaciones irregulares que se observaban en el espectro visible. De hecho, el espectro de rayos X es generado por los electrones que se encuentran más cercanos al núcleo. Moseley fue capaz de extraer electrones que compartían un mismo nivel energético o capa energética como se lo conoce algunas veces. El hecho de que los electrones podían compartir su existencia en un determinado nivel no era una predicción del modelo atómico de Bohr. El mismo trabajo de Moseley lo llevó a introducirse en la química de los elementos, gracias a la espectrometría de rayos X Moseley fue capaz de intuir que el mejor modo de organizar la tabla periódica era por medio del número de carga positiva Z y no por medio del número de masa A, y que al organizar la tabla en base al número Z todas las aparentes paradojas que habían plagado al sistema periódico desde la época de Mendeleev se despejaban. Adicionalmente Moseley predijo la existencia de otros elementos de Z = 43, 61 y 75.

Figura 19.   Medición de líneas espectrales para un elemento polielectrónico.

En cualquier caso, para el trabajo de los modelos atómicos el hallazgo más importante era la presencia de líneas muy cercanas, que antes se pensaba que se trataba de un mismo nivel energético, en otras palabras, se debía concluir que al interior de cada nivel (n) debían existir subniveles de energía también de naturaleza cuantizada en la cual cada electrón de un mismo nivel podía existir de forma independiente.

El modelo atómico de Bohr no se llama planetario por una nimiedad ya que sus propios defectos eran compartidos por los viejos sistemas solares que idealizaban las órbitas como círculos perfectos. Johanes keppler había mostrado experimentalmente por medio de registro de mediciones de otros astrónomos que las órbitas debían ser Elipses y luego Newton lo demostró analíticamente. El primer modelo cuántico de Bohr se basó en simplificar este movimiento elíptico por razones de simplicidad matemática, pero este detalle le llevó a dejar de lado la existencia de otro estado cuántico. Entonces, así como Keppler descubrió que las órbitas mecánicas eran elipses, Sommerfeld recordó a todos que al tratarse de un modelo análogo al de la gravedad, las órbitas de los electrones también deberían ser modelables como elipses (Nauenberg, 1989).

En 1916, Sommerfeld perfeccionó el modelo atómico de Bohr intentando paliar los dos principales defectos de este. Para eso introdujo dos modificaciones básicas: Órbitas casi-elípticas para los electrones y velocidades relativistas. En el modelo de Bohr los electrones solo giraban en órbitas circulares. La excentricidad de la órbita dio lugar a un nuevo número cuántico: el número cuántico azimutal, que determina la forma de las órbitas, se lo representa con la letra l y toma valores que van desde 0 hasta n-1 (Eckert, 2014; Niaz & Cardellini, 2010; Nisio, 1973).

Para hacer coincidir las frecuencias calculadas con las experimentales, Sommerfeld postuló que el núcleo del átomo no permanece inmóvil, sino que tanto el núcleo como el electrón se mueven alrededor del centro de masas del sistema, que estará situado muy próximo al núcleo al tener este una masa varios miles de veces superior a la masa del electrón. Para explicar el desdoblamiento de las líneas espectrales, observando al emplear espectroscopios de mejor calidad, Sommerfeld supuso que las órbitas del electrón pueden ser circulares y elípticas. Introdujo el número cuántico secundario o azimutal, en la actualidad llamado l, que tiene los valores 0, 1, 2,…(n-1), e indica el momento angular del electrón en la órbita en unidades de la constante de Dirac, determinando los subniveles de energía en cada nivel cuántico y la excentricidad de la órbita. (Eckert, 2014; Niaz & Cardellini, 2010; Nisio, 1973).

Sin embargo, las casi-elipses de Sommerfeld no eran del mismo tipo que las elipses de Keppler, debido a que los electrones se mueven a una fracción de la velocidad de la luz, las diferencias de velocidad cerca del núcleo y lejos del núcleo poseía un efecto importante en sus manifestaciones espectroscópicas. Cuando Sommerfeld tomó en cuenta este efecto postuló el concepto de la ruta en roseta del electrón y a su vez esto le permitió explicar la estructura fina de las líneas espectroscópicas. (Eckert, 2014; Niaz & Cardellini, 2010; Nisio, 1973). Eso implicaría que las órbitas no se mantendrían fijas como en un sistema solar, sino que se desplazarían por el espacio tridimencional, sin embargo, ese efecto dependiente del tiempo no puede representarse en los modelos de Sommerfeld convencionales.

El segundo número cuántico es una de las grandes contribuciones de Sommerfeld a la mecánica cuántica. Ahora bien, es más que evidente que la matemática involucrada ya en este punto se nos sale un poco de las manos, por lo que solo abarcaremos la parte clásica de este, es decir, como nombramos a los diferentes estados cuánticos del segundo número, ya que serán valores importantes a la hora de realizar los ejercicios de lápiz y papel más típicos de esta etapa de la historia, las temidas configuraciones electrónicas (Borrelli, 2009; Heilbron, 2001).

Tabla 1. Relación entre el número cuántico principal n, La cantidad de subniveles en cada nivel n(l), el subnivel más alto al que llega cada nivel l, y los nombres dados a cada uno de los subniveles.

Lo más normal es que los subniveles se reconozcan por las letras s-f y no por sus valores numéricos 0-3.

En la actualidad el segundo número cuántico lo conocemos como azimutal y lo denotamos con el símbolo (l) minúscula. El número azimutal determina el momento angular del electrón y posteriormente con el desarrollo de la segunda teoría cuántica pasaría a describir la orientación de las casi-órbitas tridimensionales denominadas orbitales, sin embargo en el modelo de Sommerfeld anclado aun en las raíces de la primera teoría cuántica, las órbitas aunque elípticas y móviles seguían siendo bidimensionales con electrones modelados como partículas girando en el riel de la órbita.

El subnivel o número azimutal varía entre diversos valores cuánticos que pueden ir desde 0 hasta infinito, sin embargo en la práctica los átomos se hacen inestables cerca del séptimo subnivel. Adicionalmente las técnicas espectroscópicas demostraron que cada subnivel tenía una cantidad máxima de electrones, las cuales se relacionan en la siguiente tabla.

Adicionalmente la cantidad de subniveles (l) no es ilimitada, debido a que la cantidad de electrones en un átomo es limitada, y aun cuando se mueven entre los subniveles con cambios de energía, si estos absorben suficiente energía simplemente son expulsados de los átomos. En la actualidad los electrones apenas si llegan al subnivel f.

El principio de Aufbau fue propuesto de forma concomitante al desarrollo de Sommerfeld de otro número cuántico. El principio de Aufbau obtiene su nombre de la palabra alemana Aufbauprinzip, que traduce como principio de construcción. El principio de Aufbau fue propuesto por Niels Bohr y Wolfgang Pauli y establece una organización para la suma (n/s) (Park & Stetten Jr, 2001).

Tabla 2. Capacidad máxima de electrones por cada subnivel.

No existen átomos capaces de llenar el subnivel g.

El principio de Aufbau corresponde a una aplicación temprana de la mecánica cuántica para las propiedades de los electrones, y explicaba algunas propiedades químicas, como la organización de los elementos en la tabla periódica en términos físicos. En el marco de referencia presente Bohr aceptó la idea de Sommerfeld de las órbitas casi-elípticas debido a que en su desarrollo matemático el había sido muy conciente que la elección de circularidad fue un acto de aproximación apriori para simplificar la matemática del hidrógeno. Las órbitas con mayor momento angular era más circulares y se encontraban lejos del núcleo, mientras que las órbitas con números bajos como s y p tendían a hacerse más y más elípticas pero al mismo tiempo se mantenían más cerca del núcleo.

El principio de Aufbau es uno de los mayores conflictos que poseen los estudiantes a la hora de realizar las configuraciones electrónicas, y la razón es que tienden a llenarlas de la forma en que Bohr lo hubiera hecho antes del perfeccionamiento de la espectroscopia, es decir de forma lineal renglón por renglón, cuestión que es válida solo para átomos monoelectrónicos medidos con espectrómetros de baja resolución donde no existirán diferencias en subniveles al solo existir uno solo moviéndose entre ellos dependiendo del nivel de excitación que tuviera. Pero con los átomos polielectrónicos y el mejoramiento de los espectrómetros las interacciones entre niveles y subniveles es más compleja, lo que conlleva a la generación de un esquema de llenado de capas en diagonales conocido como la regla de Madelung. En cualquier caso, iniciemos con el esquema completo de (n/l).

En la práctica casi nunca empleamos el diagrama completo debido a que no hay átomos tan pesados y al orden de llenado experimental de los átomos polielectrónicos, en lugar de ello empleamos esta versión. Gracias al diagrama de Aufbau era posible plantear una tabla periódica que fue la de Charles Janet de 1927 (P. J. Stewart, 2010). La tabla de Janet “con algunos elementos modernos” representa a los elementos organizados de acuerdo a sus números cuánticos (n+l) en el extremo izquierdo se encuentran aquellos capaces de llenar los subniveles al final de su configuración electrónica (f) y por lo tanto se los denominan bloque f, y así sucesivamente hasta llegar a los elementos que terminan su correspondiente configuración en el subnivel (s).

El orden de llenado del diagrama de aufbau sigue una secuencia diagonal, que se evidencia cuando se emplean al menos dos números cuánticos. Sin embargo, solo hasta 1936 el físico alemán Erwin Madelung propuso las reglas anteriormente mencionadas para el llenado de las capas y subcapas, aunque para tal fecha la vieja teoría de elipses de Bohr-Sommerfeld había sido reemplazada por algo mucho más abstracto (Scerri, 2009). Sin embargo, hay que recalcar que la regla de Madelung para el llenado de los niveles y subniveles solo aplica notoriamente para los bloques s y p, mientras que los elementos de metales de transición y tierras raras no pueden ser predichos adecuadamente por esta regla.

 

Figura 20.  Principio de AUFBAU o Madelung. El orden de llenado de los electrones en átomos polielectrónicos sigue la ruta mostrada por la flecha verde.

En 1920 Sommerfeld y colaboradores se dieron cuenta de la existencia de un tercer número cuántico necesario para explicar la órbita de los electrones (Seth, 2008; Sommerfeld, 1920a, 1920b; Zeeman, 1897). Esto se debía a que el modelo inicial de Sommerfeld no era capaz de explicar el efecto Zeeman. El efecto Zeeman se basaba nuevamente en la generación de más líneas espectrales en posiciones en las que antes solo había una, sin embargo, para este caso los electrones de un mismo subnivel, por ejemplo, el subnivel p debían ser sometidos a un campo magnético, con lo cual se separaban tres líneas espectrales.

Sommerfeld postuló entonces que los electrones en un mismo subnivel tenían sub-subniveles cuánticos que interactuaban con campos magnéticos, y por tal razón se denomina a este número cuántico el número magnético y se lo simboliza con la expresión (ml). Sin embargo, no existe ninguna referencia a  ml en los bocetos de los elementos en el modelo clásico de Sommerfeld, y además para la década de los 20s ya empezaba a surgir una nueva forma de ver al electrón que cambiaría completamente el modo en que se interpretaban los tres números cuánticos.

Figura 21.  Resultados del experimento Stern- Gerlach. Los experimentos muchas veces dan resultados inesperados.

En 1922 los físicos alemanes Otto Stern y Walther Gerlach condujeron un experimento para poner a prueba el modelo atómico de Sommerfeld-Bohr. Pasaron un rayo de átomos de plata con un solo electrón en su capa más externa de electrones a través de un campo magnético con regiones positivas y negativas. Posteriormente midieron como los átomos eran afectados por el campo (Swift & Wright, 1980).

El objetivo era ver si las órbitas de los electrones eran entidades fijas bidimensionales, entidades de distribución aleatoria o algo más. Si se distribuían aleatoriamente reflejarían una mancha continua, pero si la órbita era bidimensional o tendía a ser plana entonces se mostraría una barra fija semejante a las líneas de un espectro.

Stern y Gerlach encontraron que ninguna de las predicciones era correcta. Aunque las orbitas de los electrones mostraban valores cuantizados, en lugar de un solo valor para la órbita, se arrojaban dos. Esto significaba en un mismo electrón de un mismo nivel (n), un mismo subnivel (l) y un mismo sub-subnivel (ml) pueden adquirir dos posiciones diferentes, ambas cuantizadas definidas por un nuevo número cuántico denominado (ms). En 1925 en físico austriaco Wolfgang Pauli describió el átomo como si tuviera un valor no describible por medio de la física clásica. Posteriormente Ralph Kronig, George Uhlenbecky Samuel Goudsmit sugirieron que estos dos valores nuevos de momento angular designados como +1/2 y -1/2 podría ser la descripción de los electrones rotando a medida que giraban alrededor del núcleo, evidentemente esta interpretación aún se basaba en los principios del modelo de Sommerfeld-Bohr en los que se describía al electrón como una partícula con la capacidad de trasladarse alrededor del núcleo y de rotar sobre su mismo eje tal cual hace un planeta alrededor de un Sol. Por simplicidad se modeló que los electrones rotaban en dos direcciones, a favor de las manecilas del reloj y en contra de las manecillas del reloj.

Formalmente el marco de tiempo en el que el principio de exclusión fue postulado por Pauli es el de la nueva teoría cuántica, sin embargo, en términos conceptuales se relaciona más con el desarrollo de la vieja teoría y los números cuánticos. Mediante la descripción del modelo atómico de Sommerfeld hemos podido introducir todos los números cuánticos que normalmente nos presentan de la nada en los cursos de introducción al átomo, siendo estos el nivel principal (n), el azimutal (l), el magnético (ml), y el valor de rotación o spin (ms). Otra razón para colocar el principio de exclusión de Pauli es que lo podemos interpretar asumiendo al electrón como una partícula, especialmente para el numero de rotación (ms) (Pauli, 1994).

Pauli formuló el principio de exclusión en 1925, el cual establece que dos electrones en estado fundamental no pueden compartir los mismos cuatro estados cuánticos al mismo tiempo, en otras palabras, cuando los electrones se organizan alrededor del núcleo, estos lo hacen asumiendo valores cuánticos diferentes unos de otros, este principio lo retomaremos cuando analicemos las configuraciones electrónicas ya en el modelo atómico moderno. Sin embargo, no todas las partículas subatómicas siguen el principio de exclusión de Pauli, aunque para nuestros objetivos los electrones no excitados sí.

El número cuántico más importante para determinar si una partícula sigue el principio de exclusión de Pauli es el número de rotación (ms) si su valor es el de un número entero entonces se clasificará esa partícula como un bosón, pero si su valor (ms) es fraccionario entonces se clasifica a dicha partícula como un fermión. Los bosones y fermiones siguen leyes físicas completamente diferentes. Por ejemplo, debido a que los bosones no siguen el principio de exclusión, esto implica que una cantidad ilimitada de bosones pueden ocupar el mismo estado energético al mismo tiempo, esto da lugar a un estado de la materia conocido como condesando de Bose-Einstein, así como a fenómenos cuánticos como la superconductividad y la superfluidez.

Figura 22.  La imagen del modelo atómico de Sommerfeld nos indican que asumiendo al electrón como una partícula, este se moverá en órbitas mas o menos elípticas dependiendo del nivel y subnivel de energía. Este modelo del átomo fue efímero debido a que pronto se empezaría a ver al electrón como algo mas que un  proyectil.