La química griega
Las primeras civilizaciones, como los egipcios babilonios,
indios acumularon conocimiento práctico sobre las artes de la metalurgia, la
cerámica y los tintes, pero no desarrollaron una teoría
sistemática y abstracta. Una hipótesis química básica surgió por primera vez en
la Grecia clásica con la teoría de los cuatro elementos.
Tal como Aristóteles propuso definitivamente el fuego, el aire, la tierra y el
agua eran los elementos fundamentales a partir de los cuales todo se forma como
una combinación de estos.
El atomismo griego data del 440 aC, surgiendo en obras de
filósofos como Demócrito (Figura 3) y Epicuro. En 50 aC, el filósofo romano
Lucrecio amplió la teoría en su libro De
rerum natura (Sobre la naturaleza de las cosas). A diferencia de los
conceptos modernos de la ciencia, el atomismo griego era de naturaleza
puramente filosófica, con poca preocupación por las observaciones empíricas y
sin interés por los experimentos químicos, aunque filósofos como Platón les
dotaron de formas asociadas a los elementos de Aristóteles en la forma de los
estoiqueias. En el mundo helenístico, el arte de la alquimia primero prolifera,
mezclando magia y ocultismo en el estudio de las sustancias naturales con el
objetivo final de transmutar elementos en oro y descubrir el elixir de la vida
eterna. El trabajo, en particular el desarrollo de la destilación, continuó en
el período bizantino temprano, siendo Zósimo de Panopolis un alquimista
griego-egipcio su exponente más famoso (Lloyd, 2012; Sherwood Taylor, 1937).
La química árabe
La alquimia continuó
desarrollándose y practicándose en todo el mundo árabe después de las
conquistas musulmanas, y desde allí, y desde los remanentes bizantinos, se
difundió en la Europa medieval y renacentista a través de traducciones latinas.
Algunos químicos musulmanes influyentes fueron Abū al-Rayhān al- Bīrūnī,
Avicenna (Figura 4) y Al-Kindi, quienes se opusieron al esoterismo y los cuatro
elementos de la alquimia clásica, particularmente la teoría de la transmutación
de metales; y al-Tusi describió una versión de la conservación de la masa,
señalando que un cuerpo de materia puede cambiar, pero no puede desaparecer.
Figura 6. Avicena. Abū ‘Alī al-Husayn ibn ‘Abd Allāh ibn Sĩnã (en persa: ابو علی الحسین ابن عبدالله ابن سینا; en árabe: أبو علي الحسین بن عبدالله بن سینا; Bujará, Gran Jorasán, c. 980-Hamadán, 1037). Fue médico, filósofo, científico, polímata, musulmán, de nacionalidad persa por nacimiento. Escribió cerca de trescientos libros sobre diferentes temas, predominantemente de filosofía y medicina.
El desarrollo del método científico moderno fue lento y
arduo, pero un método científico temprano para la química comenzó a emerger
entre los primeros químicos musulmanes, a partir del siglo noveno el filósofo
árabe ibn Hayyān (conocido como "Geber" en Europa), que es a veces
denominado "el padre de la química", introdujo un enfoque sistemático
y experimental para la investigación científica basada en el laboratorio, en
contraste con los antiguos alquimistas griegos y egipcios, cuyas obras fueron
en gran parte alegórica y, a menudo ininteligible. Los alquimistas árabes se
comunicaban entre ellos y criticaban, lo cual implica la aparición de las
primeras comunidades científicas, con un lenguaje propio y problemas de
investigación comunes (Cobb & Goldwhite, 2001).
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